miércoles, 18 de julio de 2012

La leyenda del familiar

El estigma de la bestia 

La historia que voy a contar es real y me fue relatada por su protagonista hace unos 20 años atrás. 

En los años 80 en mi casa trabajaba como empleada doméstica una señora llamada Martina, quien estaba casada con un hombre, cuyo nombre no recuerdo bien, que era oriundo de la provincia Jujuy, Argentina y que de joven había trabajado como jornalero, cosechando la caña de azúcar. 

Resultó que un día era necesario hacer unos trabajos en casa y Martina propuso a su esposo para realizar la tarea. Este hombre llego, se presentó y dadas las referencias ofrecidas por su mujer consiguió rápidamente el trabajo. 

Recuerdo que era un hombre extremadamente flaco, de tez morena y curtida por el duro sol del norte. Su mirada era rara, esquiva y su aspecto general no inspiraba para nada confianza. Al principio el hombre era callado y hacía su trabajo sin distracciones. Con el paso de los días la personalidad parca empezó a desaparecer y en medio de algunos descansos el hombre empezó a socializar más conmigo y a soltarse un poco. 

En una de las tantas charlas me contó que cuando era muy joven mientras trabajaba en la caña de azúcar con su machete, de la nada se le apareció un hombre, muy bien vestido y de rostro muy inquietante, quien comenzó a hablarle al oído de forma muy dulce, diciéndole que él podía darle todo lo que quisiera, incluso hacerlo millonario y que solo pedía a cambio hacer un pacto con él. 

El joven campesino, habituado a las historias del folclore regional, se dio cuenta que ese hombre no era otra cosa que la personificación en la tierra de Lucifer y que sus intenciones no eran otras que llevarse su propia alma al mismísimo infierno.

Aterrado por la malvada aparición corrió por los cañaverales hasta su casa, puso traba a la puerta, tomo un viejo revolver que tenía y se acurrucó bajo las cobijas de su cama. Minutos más tarde, el hombre entró en la habitación burlando las cerraduras de la puerta como si nunca hubieran existido, se acercó hasta él, le quito el arma y llevándola a la sien le dijo: "Ves, esto conmigo no sirve", mientras gatillaba una y otra vez sin que los disparos se efectuaran. Casi sin poder moverse el joven comenzó a pedirle a Dios que lo saque de aquella espantosa situación. Finalmente, la figura de aquel siniestro hombre desapareció.

Pasaron los años, y nunca más tuvo un encuentro como aquel, pero su vida iba a quedar marcada por el suceso. Ya un hombre de unos 40 años y víctima de unos celos inexplicables, se llevó la vida de su esposa Martina al dispararle un certero tiro en la cabeza. El señor de las moscas se había cobrado lo que había ido a buscar 30 años antes, en este caso llevándose a cambio la vida de su esposa. 

La leyenda del familiar es muy común en el Norte Argentino y surge paralelamente al desarrollo industrial en la zona y a diferencia del relato que acabo de contar, el diablo generalmente se les presenta en la forma de un perro negro y de ojos rojos iridiscentes o en la representación de un viborón.  Se dice que el encuentro con Satanás es la respuesta de los poderosos empresarios azucareros, quienes ávidos de dinero y poder, hacen un pacto con él a cambio de la vida de alguno de sus zafreros. 

En la historia que me contaron existen algunas diferencias con la leyenda original, pero la idea de Satanás, deambulando por entre las cañas en busca de una presa fácil, esta visiblemente presente. Es difícil saber si aquello que me fue relatado oportunamente es parte del mito o si fue realmente verdad, lo único que puedo decir es que aquel hombre de pocas palabras y extraña mirada llevaba bajo su piel el estigma de la bestia.