domingo, 13 de noviembre de 2011

Mi historia de fantasmas

Fue en el año 1992 o 1993 no recuerdo bien, era de noche y yo intentaba dormirme como siempre. La noche estaba clara y desde la ventana podía verse entrar la luz casi azulada de la luna, lo que dejaba ver los objetos dentro de la habitación.

Desde chico he tenido problemas para dormirme, aún hoy me cuesta llegar al sueño profundo, y trataba de encontrar la mejor posición que me llevara a ese descanso reparador que nuestro cerebro necesita para recargarse después de un día agitado. Hacia un rato que me había acostado y todavía no lograba conciliar el sueño. Luego de unas horas de dar vueltas en la cama empece a quedarme dormido.
Estaba en esa fase del sueño en donde uno  permanece aún en un estado de vigilia mientras su mente y cuerpo tratan de llegar a lo que conoce como sueño REM, cuando de repente siento que la puerta de la habitación se abre. Instintivamente me desperté pensando que alguno de mis hijos, que eran pequeños en ese entonces, se había despertado y por alguna razón se venia a nuestra habitación, y es entonces cuando al acomodar mis pupilas a la penumbra, veo a una silueta blanca, con aspecto de mujer, vestida de largo y con un bebe en brazos entrar por la puerta. Era como si flotara en el aire. No podía ver sus pies, pero si recuerdo con claridad al niño que llevaba entre su brazos. Era de pelo enrulado y toda esa imagen blanquecina, me hizo pensar en apenas un segundo, que aquel niño había sido rubio. No se porque pensé eso, pues madre e hijo eran una  forma fantasmal, de contornos bien definidos, pero de rasgos difusos, pero eso fue lo que pensé en ese momento. 

De mi lado había un viejo ropero regalo de mi abuela paterna. Era de esos muebles antiguos confeccionados en madera de calidad y que tenía en la puerta central un enorme espejo biselado. La espectral madre y su hijo pasaron  por mi lado y se metieron dentro del espejo desapareciendo tan rápido como habían aparecido. Recuerdo que un frío estremecedor recorrió todo mi cuerpo, los vellos de mi piel se erizaron y el corazón se desbocó como un brioso caballo salvaje. Casi sin pensarlo encendí la lampara de noche y al hacerlo todo estaba normal y tranquilo, nadie mas que yo había sido testigo de aquel fantasma de mujer con su hijo.  De mas esta decir que no pude dormir en toda la noche y que tuve que dejar encendida la luz del velador. Nunca mas volví a ver aquella mujer con el niño.